Foto: Daniel Martínez
Atrapado en Maldivas
La idea. Buscar la manera de viajar sin parar. Y el reto, autofinanciar el viaje por el camino. Empezamos dos, Aníbal y un servidor. Salimos en un viaje en bicicleta desde Pineda de Mar, mi pueblo. La intención era hacer la Transpirenaica, pero jamás llegamos. Quedamos atrapados por la magia de Cadaqués. Por el camino nos financiamos haciendo videos promocionales para negocios locales. Vivimos mil aventuras en ese pequeño viaje que dio paso a otro. Dejamos las bicicletas para volar a Tailandia. Recorrimos el norte del país de Siam y después dimos un salto a Vietnam. Aquí Iker, un cocinero vasco se unió a nuestra aventura. En moto esta vez, por lugares remotos, montañas perdidas cerca de la frontera con China. Os puedo asegurar que aventuras no nos faltaron.
Foto: Daniel Martínez
Llegando la navidad, unos compromisos hicieron que tuviéramos que separarnos y prometimos juntarnos de nuevo lo antes posible. Yo continué el viaje a la tierra de las especies, Sri Lanka donde me reuní con unos amigos para recorrer éste país. De la lágrima de India cogimos un vuelo a Maldivas.
Mi vuelo, que provenía de una aerolínea china, fue cancelado y tuve que comprar otro cruzando los dedos para que la aerolínea me devolviera el dinero. Ahí el COVID19, empezó a molestar.
Primera parada Malé, la capital, y de ahí a Maafushi. Una minúscula isla donde nos asentamos e hicimos varias excursiones típicas del lugar como hacer snorkel con tiburones, delfines y corales. Una semana después ellos se marcharon para España. Yo tenía intención de visitar otras islas y cogí un vuelo para diez días más tarde.
Quien me iba a decir a mí, que, de doce días que tenía pensado estar en Maldivas, me iba a quedar viviendo aquí, por un tiempo indefinido.
Luego, todo pasó de repente. Los gobiernos empezaron a alarmarse, y con ello, a cerrar sus fronteras. El virus se extendió rápidamente por Italia, y España le siguió. El gobierno de Maldivas dejó de permitir entrada de turismo impidiendo así que el virus se extendiera. Maafushi se quedó rápidamente vacía. España entró en cuarentena. Amigos y familiares me escribían asustados por las redes. Unos me decían que volviera cuanto antes, que la cosa se iba a poner peor. Otros todo lo contrario, que, qué suerte tenía de estar allí, y que no volviera.
Foto: Daniel Martínez
Y Yo pensaba, ¿para que me voy a ir del paraíso? Aquí en Maafushi –Una pequeña isla de un kilometro de largo, por medio de ancho- tengo playa, cocoteros y 29 grados. En el mar, la misma temperatura que fuera, peces de colores, delfines, tiburones, tortugas, mantas raya y atardeceres increíbles. Irme de aquí, pasar por aeropuertos, aviones y demás lugares donde fácilmente puedo ser infectado para llegar a España y contagiarlo a mi familia? No lo veía claro. Con todo éste panorama, mi vuelo de salida fue cancelado. Y los siguientes vuelos a España triplicaron el precio. Decidí quedarme aquí.
Aquí en Maafushi había 0 casos de corona. En Maldivas, 13 en total y estaban aislados. Maldivas es un país de islas pequeñas y es mas fácil de controlar. Pusieron una isla-resort en cuarentena y allí llevaban a los afectados.
En Maldivas está prohibido el alcohol y el cerdo, por ser un país musulmán. Curiosamente tampoco hay perros en éste país, ellos no les gustan.
Foto: Daniel Martínez
Yo ya me he hecho a la idea de tener que quedarme aquí y me he adaptado bien a la isla. Tengo una rutina diaria de hacer yoga, correr y comer sano. Me encanta leer, llevo ya tres libros leídos y voy por el cuarto. También estoy estudiando edición de video y lo que nunca hubiera pensado, he empezado a escribir un libro sobre mi viaje. A parte, he hecho muy buenos amigos aquí. Atrapados como yo hemos quedamos unos cuantos españoles, italianos y chilenos. Ahora comparto apartamento con Broan y Konai, los chilenos. Ellos llevan 5 años viajando y lo pasamos bien.
Pero la situación empeoró hace unos días. Unos maldivos regresaron de España de unas vacaciones y trajeron con ellos el virus. Y así, desde el día 17 de abril empezaron aquí las restricciones. Desde entonces está prohibido el cambiar de isla para maldivos también. Está prohibido ir a la playa y han cerrado los pocos negocios que quedaban, excepto supermercados. Tampoco están permitidas reuniones o caminar en grupo por la calle. Lo que si se permitían era, cinco veces al día, rezar en la mezquita. Aunque finalmente la cerraron también.
Ahora toca esperar a que todo se calme, el virus desaparezca por fin, y así poder volver, coger fuerzas, y arrancar de nuevo en busca de nuevas aventuras.
Foto: Daniel Martínez