Bernard Benavides
África: Un continente para conocer y reconocerse. Hace aproximadamente un año y medio empecé un viaje por el gran continente Africano. Comencé desde el norte, en Egipto, hasta llegar a Sudáfrica, atravesándolo en zig zag mientras iba de un país a otro. 18 países. Todos ellos con algo en común aunque fueran tan diferentes: las sonrisas de su gentes, grandes y sinceras.
El trayecto lo hice en bus. Quizás, porque los grandes trayectos en los buses por el viejo continente, aunque pueden ser agotadores y provistos de fatiga, realmente son los que te llevan a saborear y entender la meticulosa vida. En esas prolongadas horas en el interior del bus olvidaba de repente, mientras observaba la constante belleza que entra por las ventanas, a través de el intenso verde de los árboles frondosos o el rojo desierto de miles relieves y formas, que en el interior la gente continuaba su modesto rumbo de vida bajo esos pequeños grandes detalles.
El caos que puedo llegar a pensar que existe en África, presenta un orden. Y solo hace falta viajar por este continente para saber de lo que estoy hablando. La vida parece ser una harmonía que suena delicada y alborotadamente, según el estribillo, pero que no deja de ser una dulce melodía. Nosotros, dispuestos como cada nota musical que prevalece en diferentes espacios de tiempo. Solo hay que concentrarse en los pequeños detalles y dejarse llevar para escuchar la melodía que emite la sublime canción de la vida.
Posiblemente hay varias maneras de viajar. Sin embargo, dos de ellas llaman mi atención. Podemos viajar como un simple y llano turista al que la historia del lugar, de su gente y del país poco le importa. O, como seres llenos de empatía interesados en saber cómo viven los locales del lugar, cuáles son sus costumbres, sus estigmas, su sociedad, su vida. Muchos de los primeros, que viajan con paquetes turísticos, tan solo están interesados en rutas comunes y en paquetes visuales que muestran un recorrido que me cuestiona sobre lo que de verdad vemos o queremos observar cuando viajamos.
Me pregunto, ¿qué influencia tenemos como visitantes en estos países cuando se viaja en masa? ¿No deberían los viajes ser, además de una gran aventura geográfica, una oportunidad de probar nuestra ética? Porque, dejamos huella. Solo depende de nosotros qué huella dejamos atrás. De si somos nosotros los que cambiamos el destino o el destino el que nos cambia.
Viajar por estos países donde la necesidad está a la orden del día me hace sentir como un afortunado que puede reconocer las carencias que tenemos frente a otros que sin tener “nada” irónicamente lo tienen todo. Recorriendo este continente no solo me descubro como un afortunado que puede mirar y observar, sino como alguien interesado en compartir un poco de su tiempo en detenerse y escuchar. Porque si hay una manera en que podemos “ayudar” un país, un continente, el mundo, es deteniéndose a escuchar, a ver, a observar. Detenernos a entender que la vida del otro es también nuestra vida, que por azares de la vida nos ha tocado en otro destino.
Bernard Benavides (Barcelona, 1980), fotógrafo, licenciado por la Escuela Gris Art Barcelona, en 2011, ha desarrollado su carrera profesional y artística a través de su pasión por los viajes y la fotografía. Siempre interesado en las culturas remotas de países lejanos, con las que establece un vinculo personal y cercano para conocer en primera persona el día a día del grupo étnico, su cultura, sus rituales y sus particulares paisajes y paraísos perdidos. Experiencia que ha marcado el pulso de sus viajes y le ha permitido adoptar una mirada distinta con cada rostro y cada paisaje. Es un ávido viajero, por lo que siempre que puede escapar y viajar por el mundo con su cámara y su mochila. Le gustan los retos y los viajes más complicados. Dado que los diferentes eventos ocurren en los intereses del mundo de hoy, le gusta más la fotografía social. Entonces él piensa que no es la experiencia en sí misma, sino el significado que a él le da a la experiencia.