Filosofía, locura y fotografía. Dos propuestas.

El filósofo Pablo Castro García reflexiona para LF sobre cómo el sujeto moderno normalizado (racional y productivo) se había construido por el contraste con  el sujeto de la locura (irracional e improductivo, además de inmoral), constituido por los juegos de verdad de la naciente psiquiatría.

I.

En una de sus últimas entrevistas (publicada con el título de La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad), en enero de 1984, Michel Foucault nos recordaba que el problema que atraviesa toda su filosofía de principio a fin es el de la relación entre el sujeto y los juegos de verdad en los que se constituye como tal. Bajo esta luz, seguía diciendo el filósofo francés, su Historia de la locura en la época clásica (1961) no intentaba otra cosa que explicar cómo el sujeto humano había entrado en ciertos juegos de verdad puestos en funcionamiento por las instituciones y prácticas coercitivas de la psiquiatría moderna. Más aun, y esto es lo importante, se trataba de comprender cómo el sujeto moderno normalizado (racional y productivo) se había construido por el contraste con ese sujeto encerrado y estudiado: el sujeto de la locura (irracional e improductivo, además de inmoral), constituido por los juegos de verdad de la naciente psiquiatría. De este modo, Foucault dejaba claro el objetivo de su gesto filosófico: problematizar la imagen del hombre propia del humanismo burgués, construida contra la sin-razón, la animalidad (a la que es frecuentemente reducida la locura) y  las diferentes formas de transgresión (ubiquen o no a la sexualidad en su centro), a las cuales ha desplazado de la representación.

Así pues, con el gesto filosófico de Foucault, tenemos ya esbozado un primer modo de abordar el espacio de reflexión enmarcado entre estos tres ejes problemáticos: filosofía, locura y fotografía (o imagen). Siguiendo lo anterior, podríamos decir que la fotografía tiene la potencia de traer a la representación aquella otredad que el sujeto racional ha dejado en la sombra y que exige de él que vuelva a confrontarla en el momento de la imagen. La fotografía puede representarnos (ponernos delante) la posibilidad de todo aquello que fue arrojado a los márgenes (que recibe el nombre genérico de locura), para así, tal vez, hacernos pensar de otro modo nuestra normalidad. De ello es buen ejemplo este noveno número de LF Magazine, donde los y las artistas convocados nos confrontan con la animalidad que nos habita, con el sujeto depresivo y el demente que nos acechan desde afuera, con la transgresión y con el mundo onírico que dibujan nuestro límite. Las fotografías que componen este número representan y nos hacen pensarnos en esas sombras, que no dejan de ser nuestras sombras: he aquí un primer modo de reflexionar la relación entre filosofía, locura y fotografía.

Aclaración nota I.

 

 

[1] Es en el último periodo de su producción, en los años ochenta, cuando Michel Foucault completa sus análisis sobre el saber y el poder con un tercer objeto de estudio: los modos de subjetivación. Su obra madura lleva a cabo un análisis transversal de estos tres objetos de estudio. De ese entrelazamiento es de donde surge la teoría de los juegos de verdad que constituyen al sujeto como tal dentro de relaciones institucionales de poder. Para comprender mejor esta apuesta teórica de Foucault, véase la explicación del profesor Francisco José Martínez:

https://webs.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/T/tecnologias_yo.htm

 

 

II.

Quizá entonces llegará también la hora feliz, un día en que exclame:

“¡Oh, amigos! No hay amigos”, exclamó el sabio moribundo.

“¡Oh, enemigos! No hay enemigos”, exclamo yo, el loco viviente.

(Friedrich Nietzsche, Humano Demasiado Humano I, §376).

 

Ese primer modo de abordar la relación entre filosofía, locura y fotografía (o imagen) no es el único. Habría todavía otra vía de reflexión. Para esclarecer esa otra vía, hemos traído las palabras de Nietzsche: ese loco viviente que invoca un instante (una instantánea, una imagen) que rompe la normalidad; ese loco que vive y que exclama algo que aún no está aquí pero que ya se presenta (y que quizá un día, nos dice Nietzsche, será el caso): el cese de las enemistades. Tan importante como estas palabras de Nietzsche es el comentario que hiciese de ellas Jacques Derrida, comentario que capta la torsión de pensamiento que supone la locura. Derrida se preguntaba: “¿Y por qué tendría que destinarse ese pensamiento de la amistad por venir a la locura?” (Políticas de la amistad, Trotta 1998, p. 45).

Conclusión

De este modo, siguiendo este camino, el de las voces cruzadas de Nietzsche y Derrida, llegamos a la conclusión de que la locura no es solo un objeto del pensamiento (que exija ser re-pensado de otro modo), sino que la locura piensa. Llegamos también a la conclusión de que ese pensar propio de la locura, ese pensar que Nietzsche confía a la locura, es ya un pensar en imágenes: una invocación de instantáneas, una torsión de la mirada en la que se hace visible algo que hasta entonces no se veía (en el caso de Nietzsche una amistad por venir que hace cesar las enemistades). La locura no es ya, como veíamos con Foucault, algo que exige ser representado (que reclama su derecho en el espacio de la representación), sino que es, más bien, aquello que abre y produce el espacio de una nueva representación. Aún mejor: la locura abre el espacio de la presentación, que no es otro que el de la imagen fotográfica, el de la instantánea. Y ese espacio merece ser llamado así, presentación y no representación, porque en él se presenta, irrumpe, acontece algo (una imagen). Es aquello que la teoría de la imagen de George Didi-Huberman ha reconocido con suficiente fuerza en nuestros días: en la imagen artística rompemos por algún lado el espacio cerrado de la representación, dentro del cual el sujeto del saber inventa el objeto a su propia semejanza. Y Didi-Huberman nos emplaza, con esta ruptura, ante un dilema entre saber y ver: “el objeto del ver, eventualmente tocado por un trozo de realidad, dislocará el sujeto del saber, condenando la simple razón a algo como un desgarro” (Ante la imagen, Cendeac 2010, p. 186). Desgarro: otra palabra que da significado a ese mecanismo de presentación que la imagen instantánea pone en funcionamiento, y que supone hacer visible algo que no se veía.

Locura, pensamiento e imagen (fotografía) estarían, en este segundo escenario, aún más estrechamente unidos. El noveno número de LF Magazine nos ofrece, también aquí, precisos ejemplos. Desde la irrupción de presencias inquietantes hasta la escenificación de lo siniestro, desde los gestos inauditos que quedan capturados por la cámara hasta las torsiones enmudecidas del cuerpo humano que son por fin reveladas y traídas a presencia, este número de LF Magazine reúne un precioso material de desgarros y acontecimientos visuales. Un material que ya está pensando de otro modo la realidad con el solo hecho de hacer visible aquello que hasta ahora no se veía.

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