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Enrique Rottenberg

Nacido en Argentina en 1948, de padres judíos escapados del nazismo, fue educado en un Kibutz en Israel, donde se hizo cineasta realizando siete largometrajes como director, productor y guionista; varios de ellos hoy son íconos del cine israelí (Bar 51, Nagua, Himo: Rey de Jerusalem, La venganza de Isaak Finkelshtein). Pero no solo hizo cine. Hace 30 años, el destino y la curiosidad lo llevaron a Cuba donde comenzó su obra fotográfica.

Exponer – Desnudar – Transgredir– Provocar: actos que Enrique Rottenberg pone en marcha en su creación. Defensor de la libertad para todos y cada uno de desarrollar su potencial creador, se rebela contra todo sistema de opresión, contra las creencias y las obediencias que impiden la elección y la aspiración más allá de las ficciones compartidas. Rottenberg se impone como destructor de espejismos. Hay en esas provocaciones una lucha, una forma de resistir. A los órdenes y a los dominados; a los dioses, a los mitos y a los consensos.

Heredera de la imaginería cinematográfica, las fotografías de Rottenberg son coreografías de cuerpos; puestas en escena de ambientes y personajes, estupefactos de aparecer de pronto a la luz, quedando en un suspenso irremediable. El primer personaje es el propio artista, y con él, a través de sus otros, su relación con el mundo.

En 2010, su serie Durmiendo con… se exhibió en la Biblioteca Fotográfica Cubana (Museo Nacional de Fotografía), que ahora forma parte de la colección de esta institución y de varias otras. Entre sus series más importantes se encuentran: Autorretratos, The Family, Forgotten, Cuts, On Sale, así como obras de gran formato como: The Line, The Big Egg, The Roaring Twenties y las instalaciones fotográficas: 19 Women and One Bed, The Centipede y The Dance, reunidos bajo la engañosa palabra Utopía.

“Soy un voyeur. Me gusta ver lo que no se ve, lo que no se deja ver incluso por nosotros mismos. Es mi reto. Yo quiero ser ese niño que dice “El Rey está desnudo”, pero con el sin saber y la franqueza del niño”. (Enrique Rottenberg).

Es por eso que al realizar una obra, todo está por suceder, suerte de acontecimiento, en el que si el inconsciente colabora y deja aparecer, casi como por accidente, lo negado, la grieta se asoma, y aloja la empatía y la angustia del espectador, provoca su contagio.

Rottenberg desnuda y se desnuda, expone y se expone. Trata de sacarse de encima las barreras y los esquemas y sobre todo ese disfraz de lo real. ¿Pero cuán desnudo se puede estar? Como el “Rey desnudo” del cuento de Andersen, Enrique Rottenberg dice: “Hay que aguantar hasta el final”.

Cristina Díaz Erofeeva

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