Rafael Ricoy
Rastro. Empecé a ir a El Rastro como un ritual dominical, para mí supone sumergirse en un mar de personas y objetos. Al principio iba sin cámara, pronto la incorporé porque me parecía un lugar ideal para hacer fotos, en El Rastro encuentras un corte transversal perfecto de una sociedad, de un país y de un momento, funciona como metáfora a gran escala. En El Rastro he encontrado caras, texturas, situaciones, ambientes que son muy de aquí y por eso mismo de todas partes. En mis fotos se puede encontrar un regusto clásico pero con un pie apoyado siempre en el surrealismo cotidiano, en buscar un significado mas allá de la mera descripción, un significado que finalmente corresponde al espectador redondear.
Me interesa la textura, tanto de las cosas como de las personas como la textura en la propia fotografía, el desenfoque, el grano, etc. Siempre me ha gustado la pátina de las cosas, el rastro del tiempo, que añade una cuarta dimensión a los objetos. Y desde luego El Rastro era un buen lugar para buscarla.
Mis reglas: fundirse entre la gente, no seguir rutas fijas, no buscar nada, nunca interactuar ni provocar ninguna situación, ser discreto, tener respeto y cariño hacia mis sujetos, dejarse sorprender, no descartar nada como poco interesante (no hay temas mas interesantes que otros), tener paciencia, tirar mucho material a la basura, no enamorarse circunstancialmente de una foto si en el fondo no dice nada, mantener una mirada coherente, ser constante.
Rafael Ricoy Olariaga nació en Alicante en 1968, aunque ha vivido gran parte de su vida en Madrid. Siempre ha estado muy interesado en lo visual, trabajando como ilustrador y diseñador principalmente para publicaciones de Estados Unidos, Francia y España. Considera la fotografía callejera como un complemento de su quehacer profesional que le permite seguir ejercitando el músculo visual de otra manera. Recientemente ha publicado el libro RASTRO al que pertenecen estas imágenes.